Madre Elena Bettini, ahora avanzada en años, pide repetidamente ser reemplazada en la tarea de dirigir el Instituto y, cuando sucede, en 1892, su corazón se desborda de alegría y se arrodilla ante la nueva Superior General, quien la abraza con infinita gratitud: es la Madre Cherubina Camerata quien, desde niña, respiró profundamente el asombro de un Carisma, encarnada en su Madre y maestra Elena Bettini.