En agosto sufre parálisis intestinal y comienza a declinar lentamente, pero olvidándose de sí misma, tiene una sonrisa para todas y mucha preocupación por la salud de sus hijas. Ella continúa recomendándoles la caridad mutua y celo por las almas, luego, al verlas llorar por el empeoramiento de su condición, pregunta con ternura materna: “¿por qué lloran? La muerte es un regalo de Dios y nos permite disfrutarlo en el cielo, las precedo. Observen las reglas y haga mucho bien a las niñas, especialmente a las más pobres. Elijan el último lugar en la tierra y tendrán el primero en el cielo”.