La noche que recibe la unción de los enfermos, la Madre General, Madre Cherubina Camerata está a su derecha y reza, pero vencida por la emoción, permanece en silencio; percibe a la mujer enferma y se quedó sola con ella: “Madre General, me dijo, me parece muy angustiada, en su lugar debemos saber cómo esconder las lágrimas: en la comunidad, todas tienen sus propias preocupaciones y la superiora, como la madre de familia debe entender a todas y esconder lo suyo. La paz y la serenidad siempre serán el mejor regalo que puede dar a sus hijas. Su sonrisa será como una onda de luz en sus almas; las hermanas, en la vida de renuncia y donación que se les exige diariamente, la necesitan. Nuestra bondad debe recordarles eso al Señor; solo así abriremos sus corazones al bien y los empujaremos hacia el cielo … hay tanta necesidad de bondad en la tierra démosles tanto hasta que podamos”.
En la noche del 21 de diciembre de 1894, ella siente que los pasos del Novio se acercan, su corazón tiembla de felicidad, su última mirada busca al Crucifijo, pero el Resucitado, el Amor de su vida está ante ella, con toda Su luz.