Es nombrado Superior de S. Dalmazzo en Turín; debe abandonar Roma y el instituto que acaba de fundar, pero que siempre llevará en su corazón con el amor de un padre; saluda a sus hijas bendiciéndolas una por una: “No eres ni de ti misma ni de nadie más: eres de Dios, el amor que tienes al Señor te enseñará y te moverá en la empresa generosa para poder decir como la novia sagrada: mi amado es todo mío y yo soy toda de Él. Sé fiel al novio, valiente en la adversidad, llena de celo por el bien de los demás. La caridad y la unión entre ustedes, la caridad con todos …”.