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Nuestra historia nació de una profunda y profética intuición del padre Lodovico Tommaso María Manini, un sacerdote barnabita, quien sintió profundamente la urgencia de hacer algo por los numerosos jóvenes y niños abandonados en la calle. Fue un día que no sabemos, en que Elena Bettini poco más que una adolescente, iba a la iglesia de Santa Maria del Pianto, para la enseñanza del catecismo. De repente, estalló una violenta tormenta que la obligó a buscar refugio en la iglesia Barnabita de San Carlo. La lluvia continuó insistentemente y Elena aprovechó la oportunidad para acercarse al confesionario donde el joven sacerdote de la parroquia, el padre Manini, esperaba a aquellos que necesitaban ser abrazados por la infinita Misericordia de Dios. La respuesta a su oración diaria fue simple y serena y, sin referirse a otra ocasión, le pidió que ofreciera su disponibilidad, cuidando a los muchos niños que gritaban en las calles del vecindario esperando una escuela que les ofreciera un futuro y un sentido a sus vidas. Elena Bettini, en ese pequeño espacio de tiempo, sintió la llamada de Dios, se sentía tan pequeña y tan incapaz, pero también sabía que podía contar con las maravillas de su amor providente, y así el sol brillaba nuevamente.
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