Testimonio Juvenil

El misterio de la Providencia vive en mi

Soy una hija de la Divina Providencia desde el momento en que nací, mi madre la había invocado con gran fe para que tuviéramos una casa propia para vivir y, finalmente, el sueño se hizo realidad: con tantos sacrificios, mi padre logró construirla. Fui la primera hija en nacer en ese nuevo hogar.

Soy la séptima entre 12 hermanos, somos parte de una familia humilde, unida y feliz, donde nunca faltaba el pan de cada día, nuestro padre nos apoyó, trabajando como empleado municipal, e inventando trabajos adicionales para satisfacer todas nuestras necesidades. Gran familia que se permitió expresar la alegría de convivir con el canto. Los momentos de silencio eran raros en nuestra casa y, lentamente, con instrumentos musicales pequeños y artesanales, creamos una banda real que los amigos llamaron: «la banda López».

Mi madre era una mujer de fe que siempre oraba y, a pesar de tener una educación limitada, tenía el don de la sabiduría y, cuando a la edad de 7 años, le confié que quería ser religiosa, respondió: «Pida al Señor que aumente tu vocación».

Esta frase inspirada por el Señor se ha convertido en mi oración constante y el primer fruto ha madurado a los 18 años. Con coraje y determinación llegué a la escuela «Elena Bettini» para pedirle a las Hijas de la Divina Providencia que me acogieran en su familia religiosa, pero desafortunadamente no tenía la autorización de mi padre que se oponía a mi decisión.

La Providencia me encontró una vez más, abriéndome camino para entrar al convento sin dificultad. El 15 de abril de 1968, cuando salí de casa sin miedo, confiando solo en la Divina Providencia, solo con ganas de servir al Señor, dejé una carta para mis padres, confiándola a un catequista que se la entregaría tan pronto como yo entrara en el convento. Sé que parecerá como una decisión de otra era, pero sentí que el Espíritu Santo iluminaría incluso en sus corazones y tuve la fuerza para esperar el pleno consentimiento de mis padres.

Ahora, después de tantos años, puedo testificar que la Divina Providencia nunca me ha abandonado, ni siquiera en los momentos más difíciles. Es cierto que cada día surge antes del amanecer para cada uno de nosotros y es hermoso creer en su presencia, en su clara y transparente manifestación en cada acción, en cada hermana que está a mi lado, en cualquier persona que conozca durante el día. Estoy feliz de pertenecer a la Congregación de las Hijas de la Divina Providencia que me recibió, me educó y me ofreció todos los medios para vivir nuestra misión diaria en comunión y alegría.

Hna. M. Teresa López

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